Es mediodía y un sol de justicia para ser pleno octubre engalana la plaza. El reloj marca la hora perezoso se me antoja aunque la perezosa soy yo abobada por la solana. Se escucha un “evidentemente” y una extranjera habla por el móvil en un castellano fuerte, debe ser alemana. Las señoras charlan o descharlan lo charlado después de años de someterse a la misma conversación. Justo ha venido una chica simpática con un señor en silla de ruedas. Vienen del hospital según he cotilleado. Y así pasa este día en el que la prisa me apremia por volver a casa pero el sol me retiene y acabar el refresco que he pedido. Las palomas van y vienen revoloteando como locas igual que las palabras se pierden en este ágora, en este ambiente caluroso en el que las palabras nos acercan o distancian según se escuche. Y recuerdo mis días de agorafobia y me pregunto todo lo que he perdido en miedos que carcomen. Qué bien se está en la plaza qué bien!
E