Aquí los sermones son divinos. Vienen de la misma inspiración divina. Aquí hace menos calor que en Guinea pero habitan hombres que de allí vienen. Aquí los sermones no son sermones son palabras elevadas al mismo cielo.
Y me gusta perderme en esas palabras inspiradas por al misma divinidad y preguntarme qué necesidad hay de descansar, de desestresarse cuando todo debería ser paz y descanso.
Me encantan los sermones andaluces, en los que las eses escasean y la sencillez se apodera del sentido más práctico y bendito de unas palabras que, en mí, no se pierden por ningún sitio.